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"... al calor me encuentras, sí, aunque al otro lado de las ventanas está nevando un poco ahora mismo. Odesa se llama esta ciudad, hermosa, muy hermosa, sin maquillajes ni artificios, natural, tranquila, amplia... está resultando un amor a primera vista (después de atravesar esa tierra de nadie, que tú también mencionas, que se abre a menudo al llegar a un nuevo país). Bueno, no soy el primero, conocí en Mongolia a una pareja autoestopista argentino-alemana, Rodrigo y Laura, que estaban también fascinados con Ucrania, y que buscan cualquier excusa para volver a este país; andan ahora por Serbia y puede que dentro de pocas semanas nos veamos otra vez aquí (y sería el cuarto reencuentro, ya que después de Mongolia nuestros caminos se cruzaron de nuevo, y casi sin querer, en Kazajstán, Georgia y Armenia). Mi ruta hasta aquí... el comienzo del año me encontró todavía en Irán, pedaleando en el valle del río Aras. Entré al norte de Turquía echando de menos a Irán y a su gente, y ese sentimiento me acompañó durante las dos semanas escasas que pasé en suelo turco, a pesar de las carreteras, en general tranquilas, y de pedalear la mayor parte de los días por paisajes completamente nevados (y, por suerte, soleados también). O sea bonito, ciclismo invernal con su mejor cara (noches muy frías). Bajé a la costa del Mar Negro, a Hopa, un mediodía; sin apenas parar continué y crucé la frontera con Georgia; esa tarde llegué a Batumi y por la noche estaba, casi sin respirar, en el ferry que zarpaba hacia Odesa. Después... tres noches con sus días disfrutando de lujos nunca antes vistos por estos lares: una cabina para mi solo con baño privado y tres comidas al día abundantes y dignas. Me gusta la pereza de los barcos y las pocas alternativas que deja la vida a bordo; durante esos tres días de travesía y balanceo fui un oso aletargado, perezoso y feliz de ello: dormitar, leer, dormitar, leer, bajar al restaurante cuando los altavoces llamaban... hubiera podido seguir así, pensaba, durante semanas. Llegué a Odesa una mañana soleada y friiiiísima. Al día siguiente empezó a nevar y por la noche Odesa parecía el decorado de alguna entrañable película navideña. La nieve se ha ido ya en gran parte. Ayer lució el sol y los odesitas se bañaban en el mar (se sumergían y salían rápidamente) en una celebración festivo-religiosa. ¿Que será de esta ciudad en primavera-verano? Tiene que haber un cambio dramático. Aunque sospecho que no perderá esa salud y levedad que percibo en el aire ahora.
Estoy mirando que opciones hay y puede que rente un miniapartamento por unos días. Ucrania tiene también esas ventajas, imprescindibles para un bum-vagabundo de mi nivel económico: los precios son baratos, y la calidad de lo que recibes buena. Y el día 15 de febrero vuelta al cole (después de más de 20 años). Voy a una ciudad anónima más al norte a enseñar castellano en una escuela de idiomas. Es un intercambio: a cambio recibo alojamiento y clases de ruso. La visa ucraniana es de tres meses. Cuando se agote entraré a Moldavia y continuaré el pedaleo por Europa. Antes de fin de año me gustaría volver sobre la bicicleta (sería la primera vez) a Vitoria-Gasteiz, esa ciudad lejana a la que sigo llamando mía (más por costumbre que por convicción, seguramente).
Y tú otra vez a las puertas de los desiertos... a veces me pregunto cómo fue tu paso por aquellos otros grandes desiertos, los uzbekos y kasakos... De Irán no te voy a contar mucho, aunque es un país para mí fascinante y sobre todo entrañable... nos gustó mucho el tramo entre Isfahán y Yazd, desértico o semidesértico, jalonado con caravanseráis abandonados (uno en realidad). Allí me encontré con muchos ciclistas que iban hacia Omán (en Yazd nos juntamos el día de Navidad unos dieciséis). Gabi, el chico de Zaragoza con el que pedaleé varias semanas está precisamente ahora en Qeshm. Me cuidaba como a un padre, me obsequiaba con unos desayunos regios por las mañanas (¡huevos fritos con tostadas untadas en aceite de oliva acampando en mitad de la nada!) y me esperaba, cada tanto, con te caliente a orilla de camino. Fue (por eso y otras cosas) un buen reencuentro, ya que nos habíamos conocido brevemente en Zaragoza en unas jornadas sobre cicloturismo en el año 2003. El va hacia el este, hacia Omán y después a la India.
Y... ¿pensando en África? Creo que sigue siendo el continente más misterioso para nosotros, el que más preguntas e inquietudes nos plantea, también, a veces, el que más expectativas crea. Hace pocos días me preguntaba, me autotanteaba (a veces busco caminos sin fin, no me resigno) si volvería, si quiero volver. La respuesta es no, volvería a muchos lugares pero a África no. Fue una época diferente e inolvidable, y no quiero tocar ese recuerdo que en mí ha dejado ... divagando ahora...
Un fuerte abrazo. Seguimos en contacto. Salud."